Un trabajador en una residencia de ancianos del Sur de Inglaterra, un profesor ayudante universitario y un técnico informático, poseen diferencias en cuanto a sus salarios, que parecen insignificantes, pero no lo son.
En las sociedades capitalistas industriales como Gran Bretaña y España, los salarios son el resultado de las fuerzas del mercado, de la ley de la oferta y la demanda. En otras palabras, aquellos que tienen ciertas capacidades que, por las razones que fuesen están muy demandadas, terminaran teniendo unos ingresos altos.
No sirve cuando un pequeño sector de la población tiene cierto control sobre la marcha de la economía y la distribución de los recursos. En Gran Bretaña, por ejemplo, los directivos de las grandes empresas, reciben salarios anuales de millones de libras incluso en años en los que la empresa no genera más que perdidas. Por el contrario, los salarios de los directivos japoneses son mucho menores a pesar de que, por lo general, las empresas japonesas generan más beneficios que sus rivales británicos.
Y los salarios de muchas personas, cuya contribución al bienestar social es incuestionable, son más bien bajos.
Según críticos, entonces, el valor o la importancia social de las ocupaciones, no parece explicar las diferencias de rentas. Mantienen que lo que el mercado valora puede no tener ningún valor social, de modo que es necesario introducir otros mecanismos de evaluación de la distribución de los recursos.
27 de abril de 2010
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